Por aquel abril del año mil novecientos setenta y dos, allá por el once exactamente, se plasmaron las ideas de aquella cuadrilla de amigos, que por sus inquietudes y amor a Sabiñánigo no encontraron un hueco en el seno de ninguna de las tres peñas que por aquel entonces existían en nuestra localidad, recordar los mas viejos y saber los más jóvenes, que eran la Peña EDELWEISS y las ya desaparecidas la Juventud y la Revoltosa.
Al no encontrar un sitio en ellas, como os iba diciendo, decidieron formar una peña con identidad propia, con un carácter diferente y una singular manera de ser. Fruto de todo esto nació la PEÑA LA MURGA.
Por aquel entonces, esta cuadrilla como toda la juventud del pueblo, se movía por el único bar de la localidad, que frecuentaba la gente joven, el ya tristemente olvidado Club Parroquial, pues ir a los bares con quince o dieciséis años no estaba bien visto. Consecuencia de esto allí fue albergada la primera sede social de la PEÑA LA MURGA.
Las fiestas de nuestro patrón, Santiago Apóstol, no quedaban muy lejanas, y los medios existentes en la época eran muy escasos, tanto o más que las posibilidades económicas de la Peña, por lo que nuestra primera meta era sacar una carroza para el desfile inicial de fiestas,ya que había una subvención de 6.000 pesetas por carroza de parte del Ayuntamiento y esta era la única manera de hacernos con algún dinero en aquellos duros comienzos.
La carroza consistió en una caseta construida con cartones y alambres y rodeada de bojes. Debido a su sencillez el Ayuntamiento que era el encargado de buscar los tractores (no land-Rover como actualmente) para tirar de las carrozas, no nos la querían enganchar. Pero gracias a nuestro empeño al final la sacamos, por desgracia se rompió a mitad del recorrido.
Después de muchos problemas al final se cobró la subvención y se dio por zanjado nuestro primer episodio polémico con el Ayuntamiento de aquellos días. Este fue el primer dinero de la Peña que junto con la pequeña cuota, que nuestra primera junta decidió imponer a los socios de una cuantía de cuarenta duros, nos ayudó a salir adelante.
El nombre de la Peña resultó elegido el actual, en competencia con otro que se propuso que era la «Peña la Bota» debido a nuestra afición al morapio, pero al final se optó por el de PEÑA LA MURGA porque lo que verdaderamente nos gustaba era la juerga.
El color de los chalecos, con el que actualmente tanto nos identificamos fue, por que no decirlo, fruto de la casualidad pues sinceramente cuando los fuimos a encargar se pensaban hacer verdes, pero demos gracias a aquel viejo vendedor de Casa Jal, que antes de que nos fuéramos sin comprar, no nos dejó más elección que comprar la tela amarilla.
Los chalecos se encargaron a la mujer de Legarre de Larrés, que los hizo de talla única para todos los socios, fueran grandes o pequeños. Hay que recordar a un socio que los fue a encargar y de paso a recoger un remolque viejo que nos dieron para la carroza. Al ver que no llegaba nunca, subimos a ver que hacia por Larrés y nos lo encontrarnos en el camino accidentado, hay que recordar que este socio, José Luis Carbonell, fue el primero de la PEÑA LA MURGA que pasó unas fiestas de Santiago en el hospital.
Al igual que el chaleco, el escudo ha perdurado hasta nuestros días, fue ideado por gente de la peña, inspirados en la murga que dimos con los bombos durante las fiestas, que por aquel entonces no era muy normal, y se le hizo el encargo a un delineante para que lo hiciera bien, hay que recordar que fue confeccionado gratuitamente por José Luis Frías.
Cambiando de tema, como las botas de vino que se fabricaban por la zona eran pequeñas para nosotros y no teníamos conocimiento de que se confeccionaran en otro sitio más cercano, tuvimos que ir a encargarlas a medida a Tarragona, ni que decir tiene que el viaje de aquellos socios en un SEAT seiscientos con las carreteras de hace veinte años fue una aventura. Se compraron tres botas de cinco litros y una de diez litros, con la cual se hacían los concursos de bebedores en bota, que tanto arraigo tenía en Sabiñánigo.
Todo esto es lo más destacable de nuestros comienzos, fueron duros pero vistos los frutos obtenidos merecieron la pena.